viernes, 21 de agosto de 2009

Sofía - Ruth Kaufman

Como parte de los festejos por el día del niño y la niña, en Mereketengue compartimos este hermoso cuento de Ruth Kaufman: "Sofía".

Sofía
de Ruth Kaufman

Los sábados eran días especiales en casa de Sofía. La mamá cocinaba galletitas de coco, de chocolate y de miel. Un olor riquísimo inundaba la casa y Sofía se moría de ganas de comerse el aire.

Pero cuando sacaban las galletitas del horno, apenas si probaban una o dos y enseguida las guardaban en una lata azul y roja para el día siguiente.

La mamá planchaba la ropa que se pondrían al otro día, y si le quedaba tiempo iba a la peluquería.

Sofía, en cambio, se pasaba la tarde entera dibujando. A la nochecita acomodaba todos los dibujos sobre el piso de la cocina y elegía uno, sólo uno, para el día siguiente.

El domingo se levantaban temprano, tan temprano que en invierno todavía era de noche. Sofía se vestía en un santiamén; su mamá, en cambio, estaba horas arreglándose el vestido, peinándose, ensayando sonrisas con los labios pintados.

Primero tomaban un ómnibus, después un tren, luego otro ómnibus y al final caminaban. Por la calle se cruzaban con otras mujeres con niños que iban, como ellas, de visita a la cárcel.

Ese domingo las revisó, como siempre, una mujer policía. Les hizo sacarse la ropa, dio vuelta la cartera de la mamá, abrió la lata, metió los dedos entre las galletitas. También agarró el dibujo de Sofía.

Se quedó unos segundos mirándolo, luego sacó un bolígrafo y tachó, uno por uno, todos los pajaritos que volaban en el papel.

–Está prohibido dibujar palomas –dijo y le devolvió a Sofía un papel lleno de cruces negras.

Ellas atravesaron el pasillo de la cárcel y entraron en la pieza donde las esperaba el papá. Se llenaron de besos, charlaron, comieron las galletitas de coco, de chocolate y de miel. Por primera vez, Sofía no llevaba ningún dibujo de regalo.

Al sábado siguiente Sofía volvió a dibujar toda la tarde. Esta vez rompió muchos papeles hasta terminar el que le llevaría a su papá.

En la cárcel las revisó la misma mujer policía. Les hizo sacarse la ropa, husmeó las galletitas, dio vuelta la cartera de la mamá. Tomó el dibujo de Sofía y durante un rato largo, demasiado largo, se quedó mirándolo.

–Pueden pasar –dijo al fin. Y les devolvió el dibujo.

Antes de las galletitas, antes de contar nada, Sofía se abalanzó sobre el papá y le regaló el dibujo. El papá se demoró un rato mirando la casa, los árboles, el cielo con el sol amarillo y las nubes.

–¿Qué son esos redondelitos de colores?–le preguntó a Sofía señalando las copas de los árboles. Sonriendo Sofía contestó:

–Son los ojos de los pajaritos que están escondidos.



sábado, 15 de agosto de 2009

FELIZ DÍA DEL NIÑO Y LA NIÑA

Graciela Cabal

Esta semana empezamos a festejar el día del niño y la niña ... Con un hermoso cuento de Graciela Cabal: "Los Reyes no se equivocan"...
Aquí el audio y el texto para que disfruten y compartan:


"Julieta terminó de lustrar los zapatos de ir a la escuela. Cierto que ella hubiera preferido poner las zapatillas rosas con estrellitas, las que le había regalado su madrina para el cumpleaños número seis. Pero la mamá dijo que esas zapatillas eran una pura hilacha y que qué iban a pensar los Reyes Magos.
—Ya que estamos, Julieta —aprovechó la mamá—, dámelas que te las tiro de una vez por todas a la basura.
Porque a la mamá de Julieta no le gustaban las cosas gastadas o con agujeros. Tampoco le gustaban las cosas sucias o desprolijas. Y siempre tenía la casa limpia, reluciente y olorosa a pino. Debía de ser por eso que la mamá de Julieta no podía ni oír hablar de perros.
—Perros en esta casa, jamás —decía—. Los perros ensucian, rompen todo y traen pestes.
Así que en la casa de Julieta no había perros, había tortuga. Y no es que Julieta no le tuviera cariño a la Pancha. Pero la Pancha era medio aburrida, y se la pasaba durmiendo en su caja. Lo que Julieta quería —y lo quería con toda el alma— era un perro. Un perro que le lamiera la mano y la esperara cuando ella volvía de la escuela. Un perro que le saltara encima para robarle las galletitas. Por eso Julieta le había pedido un perro a los Reyes. Y los Reyes se lo iban a traer, porque siempre le habían traído lo que ella les pedía.
¿Y su mamá? ¿Qué diría su mamá del perro?, se preguntó Julieta y el corazón le hizo tiquitiqui toc toc.
Pero enseguida pensó que su mamá no iba a tener más remedio que aguantarse, porque uno no puede andar despreciando los regalos de los Reyes.
—¡Julieta! —dijo la mamá— Sacá la basura a la calle y vení a comer...
A Julieta no le gustaba nada sacar la basura, pero hoy tenía que portarse muy bien porque era un día especial. Así que agarró la bolsa de la basura —con sus zapatillas adentro, claro— y, sin protestar, atravesó el pasillo y la dejó en la vereda, al lado del arbolito.
Mientras hacía esfuerzos por dormirse, Julieta pensó que ella, a veces, no la entendía a su mamá. ¿No era, acaso, que los Reyes Magos, tan poderosos y tan ricos, se habían atravesado el mundo entero para ir a llevarle regalos a un pobrecito bebé que ni cuna tenía? ¿Y esos Reyes se iban a asustar de sus zapatillas gastadas? Pero bueno, mejor pensar en el perro, que a ella le encantaría blanco y medio petiso. Y Julieta se quedó dormida.
A la mañana siguiente, Julieta se despertó tempranísimo. Allí, junto a sus zapatos brillantes, estaba el perro.
—¿Viste, nena? —dijo la mamá—. ¡Un perro, como vos querías! Mirá: si le tirás de acá, mueve la cola y las orejas... ¿Estás contenta?
No. Julieta no estaba contenta. El perrito que le habían traído los Reyes era más aburrido que la Pancha. Porque la Pancha, por lo menos, estaba viva, aunque a veces mucho no se le notara. Este perrito no le lamería la mano a Julieta, ni le robaría las galletitas, ni nada de nada.... ¿Es que los Reyes se habían equivocado? Pero cuando, al rato no más, Julieta salió a comprar la leche, pensó que no, que los Reyes Magos nunca se equivocan: al lado del árbol, con una de sus zapatillas entre los dientes y la otra entre las patas, había un perrito blanco y medio petiso. El perrito la miró a Julieta y, sin soltar las zapatillas, le movió la cola. Entonces Julieta lo agarró en brazos y corrió a su casa gritando:
—¡¡Mamaaaá!! ¡¡Mamaaaá!! ¡¡ Los reyes me pusieron uno de verdad en las zapa!!
La mamá salió al pasillo y lo único que dijo fue: —¡Ay, mi Dios querido!
Pero se ve que no se animó a despreciar un regalo hecho por los mismísimos Reyes, porque después de un rato de mirarla a la hija y al perrito, agregó por lo bajo:
—Entren no más, que este perrito necesita un baño de padre y señor mío.."

(Graciela Cabal)

domingo, 9 de agosto de 2009

Aviso Clasificado

Esta vez, compartimos un hermoso poema de Elsa Isable Bornemann, dedicado a tod@s los niños y las niñas enamorad@s.


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Aviso Clasificado

Busco una casita
con cinco ventanas,
por las que entre el mundo
cuando tenga ganas;
y que detrás de ellas
se abran los paisajes
cual si fueran magos
de distintos trajes.

Que tras una, el sol
arda el año entero;
que tras otra llueva
de diciembre a enero;
que la nieve dance
contra la tercera
y que - amplia - la cuarta
sea una pecera.

Y que por la quinta
- la última ventana -
¡vea tu carita
toda la semana!

domingo, 2 de agosto de 2009

El día que se inventó el año nuevo

Estuvimos compartiendo con ustedes este hermoso cuento de Gustavo Roldán, "El día que se inventó el año nuevo"

Aquí les dejo el audio para que lo vuelvan a escuchar, y para que lo bajen si así lo desean.

Espero sus comentarios